Ahora que se acerca mi partida, ahora que cada vez veo más cerca la vuelta a mi ciudad después de casi 6 años aquí, ahora es cuando realmente me doy cuenta de que me quedan muchas cosas por conocer de mi ciudad durante esta etapa de mi vida. No quiero desaprovechar la oportunidad que esta optativa nos brinda para aprender, conocer, descubrir y mirar con otros ojos, que no sean los de la arquitectura por una vez, esta ciudad que me atrevería a decir es mágica.
Porque una ciudad no se reconoce por sus planos (tal como nos enseñan en la escuela), ni por lo que dicen de ella los políticos… sino por sus gentes, sus rincones, su lengua, sus sonidos, colores, olores… Y Barcelona tiene mucho de esto. Sólo hace falta pasear por ella, recorrer sus calles, sus mercados, fiestas, cafés, teatros, iglesias, plazas, parques, su mar, su montaña…
Existen muchas Barcelonas, cada uno tiene la suya y se la va confeccionando a su manera, Barcelonas paralelas o Barcelonas que se cruzan. Como las ciudades invisibles de Italo Calvino, la ciudad es como cada uno de nosotros nos la imaginamos. Quizá todas esas ciudades con nombre de mujer de las que habla Marco Polo sean Barcelona, o quizá no lo sea ninguna. Cada ciudad es diferente e igual a las demás.
Otra de las razones por las que me gusta caminar por la ciudad es para descubrir nuevos lugares, lugares que los turistas ni imaginan, reservados para unos pocos y que si no fuera así perderían su encanto. Y porque me gusta pasear y conocer a gente de aquí y de otros lugares, gente con ganas de ver la ciudad, de vivirla, sentirla, disfrutarla. Porque Barcelona es un regalo para los sentidos.
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