30/3/08

PALABRA DE CAMAIOT

La carrera, que termina en el gran aparcamiento construido donde antes estuvo sa Riera me cuesta una pasta.
-Au, son 10 euros y 40 cents.
Todavía he de caminar un rato, pero no me importa. Hasta las 09.30 no tengo hora en la sede de la Presidencia del Govern Balear. Así que me detengo mirando los escaparates, las tiendas tan “chic” que ocupan las arcadas de Jaume III.
En otros tiempos, a las ocho de la mañana ésta era una zona fantasma. Sólo circundaban los empleados de Emaya y algún que otro paseante solitario. La ciudad rica no se despertaba hasta casi las 10, cuando las dependientas de las tiendas lo llenaban todo de olor a Cristasol, y se saludaban de un comercio a otro.
Naturalmente hoy las tiendas abren a las siete de la mañana.
Jaume III era también el lugar perfecto para gozar del provincianismo bien entendido. A cualquier hora, en cualquiera de sus extremos, siempre encontrabas a algún conocido. El rito consistía en saludarse primero. “Va bé?”, “va bé”. Prolongando la ultima “e”, con prosodia un poco cabruna. Luego, cruzabas algunos comentario, dimes y diretes, dejabas escapar alguna maldad o chismorreo.

(…)

A una media de cuatro a ocho minutos de conversación, atravesar Jaume III podía suponer en una hora punta algo más de 45 minutos. Pero es que no sólo recorrías el espacio físico de la calle, sino que también cruzabas el corazón invisible de las relaciones ciudadanas.

(…)

Ahora, sin embargo, añoro aquel escenario. La calle está ocupada por gente desconocida que va y viene si detenerse para la “xerradeta”. Con sus bolsas de plástico y gafas de sol. Una atmósfera extraña que te hace sentir como un turista en un lugar propio.

Capítulo II: Paraula de camaiot. Mallorca de los Alemanes, de Carlos Garrido

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