17/3/08

un paseo por Gràcia

Caminar Gràcia a uno no le supone problema alguno, en principio; antes al contrario, es incluso agradable pasear por este barrio. Lo único que podríamos reprocharle son unas calles algo estrechas y, quizá, cierta dificultad para orientarse una vez dentro de lo que era antiguamente el pueblo. Quién no ha dado vueltas tontas alrededor de la Plaça del Diamant antes de comprobar que ésta ya llevaba un rato ahí detrás esperándonos, tan quieta... Si mucho antes del esperado hallazgo uno pierde el espíritu aventurero, y la paciencia, siempre queda la posibilidad de preguntar en algún comercio abierto cuál es el camino más eficaz para llegar a nuestro objetivo. Es problable que el local más a mano sea un bar temático o una pequeña tienda de ropa cara, pero, si preferimos una alternativa más auténtica y elegimos la panadería de la esquina, casi seguro que la mujer tras el mostrador resolverá nuestro problema.
Le ofrecemos nuestras excusas y sin mediar más palabra formulamos la cuestión. Respuesta: "ah, tú también... ¿Sabes qué pasa? No es que me enfade, pero no hay día que falte alguien preguntando por tal o cual plaza, nunca adivinarías la herramienta que más se usa en este horno... ¿Quieres saberlo? Pues es el callejero, sí, esta guía que hace el ayuntamiento (la muestra, tiene las páginas desgastadas y sueltas) con un plano de las calles por orden alfabético al final... Como te digo, viene más gente para preguntar dónde está la plaza que para comprar pan o los pasteles, esto parece más una oficina de información del turismo que otra cosa..."
Finalmente, una vez resuelta la duda acerca del itinerario a seguir, con la conciencia golpeándonos por no haber comprado al menos una barra de pan a cambio de la información recibida, hemos de preguntarnos por qué la mujer que había tras ese mostrador ni siquiera conoce a la mitad de la gente que entra diariamente en su negocio.

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