3/4/08

Ardor guerrero. San Sebastián

[...] Pero el miedo estaba en todas partes, no sólo en las calles como túneles de Rentería ni en el barrio donde vivía entre la penuria y la clandestinidad el brigada Peláez, sino también en el centro mismo de San Sebastián, en los jardines con tamarindos que hay frente a la playa de la Concha, en el mediodía de la Avenida o del Bulevard, que tenían en las mañanas de domingo, una claridad de lujo, un brillo de escaparates de tiendas de joyas o de pieles y de cafeterías con grandes ventanales donde las señoras donostiarras de mediana edad tomaban té y tostadas y sandwiches de jamón y queso después de la misa de mediodía en el Buen Pastor.
San Sebastián, en las mañanas dominicales iluminadas por un tibio sol de inverno, era una ciudad balnearia y burguesa, una ciudad de orden, de derechas de toda la vida, con su casino y su Sagrado Corazón en el pico del monte Urgull y aquel palacio gótico tudor con céspedes ondulándose frente a la bahía del que contaban que fue construido para endulzarle las nostalgias inglesas de la reina Victoria Eugenia. San Sebastián tenía una calma de veraneo antiguo, monárquico y eterno, el veraneo heráldico de los años veinte y de los veraneos fascistas de la guerra civil, cuando los ricos de Madrid, en lugar de volver a la ciudad en septiembre del 36, como habían hecho siempre, prolongaron las vaciones indefinida y perezosamente esperando a que Franco se la devolviera recién conquistada.
San Sebastián, el San Sebastián de la Concha, de la Avenida de la Libertad (antes de España), del Bulevard, era una ciudad con perspectivas arboladas y ambiciones francesas, con opulencias de repostería y de gastronomía, una postal algo desvaída de la costa azul en el Cantábrico, y uno se paseaba por ella vestido de soldado, con tres cuartos y la gorra, con los bolsillos y el estómago vacíos, con un desamparo casi de clochard o de inmigrante magrebí.
De pronto, en medio de aquella calma [...] el miedo irrumpía igual que una inundación [...]

Muñoz Molina, Antonio. "Ardor guerrero". 1995

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