25/3/08

Gràcia: un pueblo volcado hacia fuera, dentro de sí mismo.

Si es cierto que un pueblo es una comunidad cuya convivencia social es caracterizada por su solidez y cohesión y una ciudad tiene esos aspectos más delimitados a causa de su diversidad….

Si es cierto que en el aspecto arquitectónico, los pueblos tienen una arquitectura más enfocada a vivienda y actividades primarias y en las ciudades se enfoca a la optimización y aprovechamiento de los espacios en muchos niveles: comercial, búsqueda de amplitud, comunicaciones, necesidad de desplazamiento, equipamientos, …

Si es cierto que el ritmo de vida de un pueblo es más tranquilo y reposado que el de la ciudad…

Si es cierto que en el pueblo existe la mentalidad de pertenencia y en la ciudad la de uso…

Si es cierto que en un pueblo es más fácil mantener la artesanía perdida por la industrialización que caracteriza a las ciudades…

…entonces podríamos casi afirmar que Gràcia sigue siendo un pueblo.





04 de marzo de 2008,

hoy caminamos por uno de los barrios de la primera corona de Bcna. Dejamos ya atrás la muralla, salimos de ella para adentrarnos en un tejido de pueblo, hoy completamente integrado en la urbe, pero que todavía conserva su carácter propio. Carácter tanto a nivel urbanístico como social.

Es un barrio de pequeñas manzanas, con calles estrechas –aunque mayores que las existentes intramurallas-. Al pasear por él descubres que es un tejido creado por agrupación de piezas. Cada una de esas piezas dispone una serie de manzanas entorno a una plaza central de cálidas dimensiones.

Esta antigua trama dificulta la aparición de grandes equipamientos, a favor de la abundante presencia de pequeños locales con infinita variedad de oferta artesanal, que ayuda a conferir a Gràcia ese carácter de personalidad propia indiscutible.

El barrio está directamente vinculado con la parte antigua de la ciudad a través de un eje directo. Es el único eje que tiene total continuidad en el barrio.

La continua actividad de sus características plazas, la animada vida de sus callejuelas, llenas de bares, restaurantes, comercios y huellas del Modernismo catalán, -ayudada por el gran acierto de peatonalización dejando sólo unos ejes libres al tráfico rodado-, el tipo de vida hoy instaurado allí que ofrece la imagen de simbiosis artesanía-progreso-diseño de autor-actividad cívica y social-actividad cultural de carácter vanguardista y alternativo(Teatre Lliure, Cine Verdi)-… hacen del distrito uno de los lugares más atractivos de la ciudad.

Gràcia conserva el carácter propio de un municipio independiente pese a que hace más de cien años forma parte de Barcelona. La mentalidad de sus habitantes es lo que lo convierte definitivamente en pueblo: sus conversaciones en las calles, el pasear con los ojos abiertos y saludar a todo aquél que conocen, su vinculación, su lucha por conservar aquello que pertenece al pueblo y a su historia (La Violeta), la iniciativa de reivindicación a través de una publicación (“L’observatori de Gràcia”)… en definitiva la mentalidad de que aquel trozo de tierra y su historia les pertenece, no son sólo unas calles, unos equipamientos, unos servicios…que usar.

Sí, en este paseo descubro un barrio volcado hacia fuera, dentro de sí mismo que pertenece a la ciudad y acoge a su ciudad, pero que vive como un pueblo con vida e identidad propia; que respira como un corazón joven que late con fuerza y tiene gran personalidad.

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