Y es que Madrid era una ciudad distinta. Anclada en medio de la meseta, en el centro de un país que vivia todavía con un pie en el XIX, Madrid era una especie de puerto franco en el que se vivían ya los nuevos tiempos que se avecinaban. Era aquel Madrid antiguo, con serenos y vecinos que fumaban por la noche en camiseta en los balcones, entre los tendederos y los tiestos de geráneos, pero en el que convivian ya, junto con los serenos y las tiendas galdosianas, otras costumbres distintas y otras formas de entender la realidad . Muchas de ellas traídas por los extranjeros que ya entonces comenzaban a asentarse en la ciudad.
"El cielo de Madrid" Julio Llamazares.
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