2/4/08

Forat de la vergonya

2º Viaje: Todo comienza en los antiguos almacenes del puerto de Barcelona (Palau de Mar), actualmente transformados en el museo de historia de Cataluña. Empezamos con un juego, un pequeño papel a rellenar con los datos que encontramos mientras realizamos una gymkhana que nos adentra en las estrechas calles del barrio gótico de Barcelona. Descubrimos pequeños rincones y plazas que flanqueamos hasta llegar a la plaza del ayuntamiento (Plaça Sant Jaume), y nos deslizamos rodeando la catedral hasta la plaza del Rei, a la entrada del museo de historia de la ciudad. Tras recibir indicaciones acerca del edificio por parte de nuestro profesor, nos adentramos en él e iniciamos la visita precedida por otra explicación de una de las guías que nos informaba de los distintos museos de historia y lo que encontraríamos en ellos. Tras dividirnos en dos, mi pequeño grupo siguió a la guía que nos condujo a otra entrada atravesando la misma plaza de acceso (justo por donde llegamos), y nos llevó a un par de niveles inferiores, donde atravesando unos pequeños corredores metálicos observamos bajo nuestros pies los restos de unas ruinas de lo que había sido Barcelona siglos atrás, una visita, insisto, obligada a todos aquellos amantes de la ciudad. Tras retornar a la superficie, nos dirigimos al conocido como “Forat de la vergonya”, plaza o, mejor dicho, hueco en el casco antiguo, que había sido en su momento gestionado por los vecinos. Es el primer ejemplo, de otros que narraré en más viajes, en el que aparece el vecino como figura responsable de velar por los intereses del barrio. Lo que había sido una plaza auto gestionada por los vecinos donde crearon unos campitos de cultivo, unos juegos para niños, e incluso un escenario sobre un contenedor de mercancías, se transformaba ahora en una plaza dura (sello del ayuntamiento) no obstante “luchada” y pactada con los vecinos, y usuarios de esta. Uno se da cuenta de hasta que punto la gente se mueve y se agrupa para pensar en el futuro de la ciudad, hasta que punto la percepción del arquitecto llega a imaginar un espacio ideal para un usuario “estándar” cuando hay gente esperando a ser escuchada, donde un proyecto no solo tiene como premisas el lugar sino el vecindario, la comunidad, el barrio… Estamos en una ciudad auto gestionada por vecinos, y eso la enriquece por dentro.

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